lunes, 15 de septiembre de 2008

TERESA DE JESÚS, MÍSTICA DE CONCIENCIA FEMINISTA



Teresa de Cepeda y Ahumada, nació en Ávila o Gotarrendura el 28 de marzo de 1515 y muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Nombrada Doctora de la Iglesia Católica y tomada como referencia en la escritura religiosa, es popularmente conocida por su devoción a Dios y los cambios, trabajos intelectuales y desarrollos que esta “Santa” realizó dentro de la Iglesia.

Habiendo sido utilizada exponiéndose como ejemplo virtuoso a seguir, durante diferentes momentos históricos por parte de los poderes políticos de turno, como sucedió en la Dictadura Franquista, lo que no se ha dado a conocer, posiblemente porque no era lo que convenía, es el desarrollo de una conciencia feminista dentro de una doctrina con una jerarquía, un planteamiento y una tendencia claramente machistas.

Cuando hablamos de feminismo, hay que tener en cuenta que nos encontramos en el S.XVI y dentro de una sociedad absolutamente católica con unos valores diferentes a los de nuestra época, por lo que realizar cualquier comparación o paralelismo con la actualidad sería un hecho en vano.

Teresa retó a algunas de las prácticas misóginas de su sociedad, hecho que produciría que su camino no fuese precisamente fácil, siendo además su condición de mujer un obstáculo, un problema a añadir. Ella era consciente de que no eran precisamente buenos tiempos para las mujeres religiosas que no se resignaban a la simple labor de observar, y que, en cambio, trabajaban por tener un papel activo dentro de la Comunidad.

A diferencia de otras místicas que se veían como simple vehículo del poder divino, Teresa defendió la idea de que las mujeres como grupo eran capaces de comprender los evangelios sin intermediarios, y además actuar practicando, por ejemplo, la difusión de las enseñanzas. Ellas eran capaces de tener autonomía e independencia de la jerarquía masculina.

Precisamente el derecho a esa autonomía fue lo que reafirmó respecto a los conventos, para que éstos tuviesen una administración y pedagogía espiritual femenina. Debían ser religiosas las que autodirigiesen y gestionaran sus propios conventos, y fuesen ellas las que se encargasen de enseñar las doctrinas católicas.

Tras su muerte, las monjas fueron de nuevo puestas bajo el control masculino, pero quedó en la historia feminista que una mujer, dentro de premisas eclesiales, contribuyó en la lucha haciendo que hubiera igualdad espiritual entre hombres y mujeres o que éstas tuviesen propio derecho a aprender, y a su vez, enseñar.

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