domingo, 21 de septiembre de 2008

El feminismo en la cultura popular castellana


Las Alcaldesas.


Hay en lugares de Castilla donde las mujeres han celebrado durante siglos, fiestas reinvidicativas sobre la igualdad de la mujer y la oportunidad de recuperar unos derechos que la cultura machista las robó, es ahi donde surge la fiesta de las alcadesas.

La fiesta es importante debido a su significado histórico y reinvidicativo sobre las luchas contra el patriarcalismo desde una perspectiva popular, en el marco nacional castellano.

Así podemos encontrar la festividad de las Alcaldesas en Zamarramala ( Segovia ) donde cada 5 de Febrero, las mujeres simbólicamente toman el poder del pueblo, y sus maridos han de "obedecerlas ahora a ellas"

La fiesta transcurre mientras las mujeres al mando de las mayordomas o alcaldesas toman el mando absoluto del pueblo, ataviadas con el traje tradicional donde entre otros actos se quema al "pelele", que es un muñeco que representa al macho opresor y es objeto de la venganza festiva. Asimismo las alcaldesas bailan al son de la jota emulando a sus antepasadas, también hay procesión reivindicativa y se acude a una comida popular para todos, que deben preparar los hombres.

En otras zonas de Castilla también se celebra esta fiesta reinvidicativa y hay ejemplos como Alba de Tormes ( Salamanca ) donde las mujeres no salen con sus trajes populares porque según dicen, NO LAS DEJA EL CURA, o en Espinosa de Henares (Guadalajara) donde los hombres han de estar en las puertas de las casas con delantal y una escoba según el dictado tradicional, y más tarde, las
mujeres hacen una hoguera que se enciende en la plaza, y es escenario de una batalla festiva entre hombres y mujeres, donde los hombres deben apagar la hoguera y las mujeres impedirlo, para entrar a dicha hoguera, todos los hombres han de pagar su entrada y ser elegidos por alguna mujer.


La tradición a estas fiestas habría que buscarla en las festividades reivindicativas de Roma, en las que, por unos días, los miembros marginados de la sociedad como mujeres, esclavos o niños, tomaban un poder relativo durante el tiempo que duraban los festejos.

lunes, 15 de septiembre de 2008

TERESA DE JESÚS, MÍSTICA DE CONCIENCIA FEMINISTA



Teresa de Cepeda y Ahumada, nació en Ávila o Gotarrendura el 28 de marzo de 1515 y muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Nombrada Doctora de la Iglesia Católica y tomada como referencia en la escritura religiosa, es popularmente conocida por su devoción a Dios y los cambios, trabajos intelectuales y desarrollos que esta “Santa” realizó dentro de la Iglesia.

Habiendo sido utilizada exponiéndose como ejemplo virtuoso a seguir, durante diferentes momentos históricos por parte de los poderes políticos de turno, como sucedió en la Dictadura Franquista, lo que no se ha dado a conocer, posiblemente porque no era lo que convenía, es el desarrollo de una conciencia feminista dentro de una doctrina con una jerarquía, un planteamiento y una tendencia claramente machistas.

Cuando hablamos de feminismo, hay que tener en cuenta que nos encontramos en el S.XVI y dentro de una sociedad absolutamente católica con unos valores diferentes a los de nuestra época, por lo que realizar cualquier comparación o paralelismo con la actualidad sería un hecho en vano.

Teresa retó a algunas de las prácticas misóginas de su sociedad, hecho que produciría que su camino no fuese precisamente fácil, siendo además su condición de mujer un obstáculo, un problema a añadir. Ella era consciente de que no eran precisamente buenos tiempos para las mujeres religiosas que no se resignaban a la simple labor de observar, y que, en cambio, trabajaban por tener un papel activo dentro de la Comunidad.

A diferencia de otras místicas que se veían como simple vehículo del poder divino, Teresa defendió la idea de que las mujeres como grupo eran capaces de comprender los evangelios sin intermediarios, y además actuar practicando, por ejemplo, la difusión de las enseñanzas. Ellas eran capaces de tener autonomía e independencia de la jerarquía masculina.

Precisamente el derecho a esa autonomía fue lo que reafirmó respecto a los conventos, para que éstos tuviesen una administración y pedagogía espiritual femenina. Debían ser religiosas las que autodirigiesen y gestionaran sus propios conventos, y fuesen ellas las que se encargasen de enseñar las doctrinas católicas.

Tras su muerte, las monjas fueron de nuevo puestas bajo el control masculino, pero quedó en la historia feminista que una mujer, dentro de premisas eclesiales, contribuyó en la lucha haciendo que hubiera igualdad espiritual entre hombres y mujeres o que éstas tuviesen propio derecho a aprender, y a su vez, enseñar.